Pronto el cauce y los puentes se vio lleno de una multitud
de personas que como polillas atraídas por la luz, se acercaban al cauce a ver
y admirar como con el paso de las horas la serpiente del Proyecto Víbora crecía
en diseños y colorido.
Personalmente hice batidas, gracias a la moto, para fotografiar
el Proyecto Víbora desde los puentes pero siempre me atrajo estar lo más cerca
posible de los artistas y poder capturar detalles de estos pintando y como no,
divirtiéndose, ya que esta obra no estaba impuesta por nadie, ni había jefes
que te controlen o riñan de haz esto así o asa y eso se notaba.
Es el segundo día de iniciarse el Proyecto Víbora II,
abundan los espacios vacíos sin tocar y entre medio como un milagro, islas de
color, junto con otras donde apenas se vislumbra los esbozos de las primeras
líneas del dibujo final, pero ya entonces se vivía, se oía y se olía a magia en
el ambiente… era una sensación aparentemente impalpable pero la gente destilaba
felicidad, estaban contentos por ser una parte de este proyecto y poder mostrar
algo suyo y propio, pronto me percate en los días siguientes que casi todos los
murales tenían un-a ideólog@, aquel que creo la idea primigenia, pero este solía
encontrarse arropado por familiares, amigos y desconocidos que echaban una mano
en lo que fuera y que al final dejaban su impronta en un mural que nunca o casi
nunca finalizo exactamente como se planeó, ya que por el camino se adaptaba y
mutaba mientras crecía en el rio, lugar en que la solidaridad fluía ante la
falta de ciertos colores en los primeros días, prestándose unos a otros los que
les sobraba y por encima de las críticas a los pequeños fallos de intendencia,
prevalecía el buen espíritu y la creatividad de apañarse con los medios que se
tenía.
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