En noviembre de 1944 habían comenzado los bombardeos sobre Japón. Durante varios meses 500 bombarderos B-29, descargaron más de 4.000 t de bombas sobre Japón. A finales de febrero de 1945 las defensas aéreas japonesas habían sido prácticamente anuladas y los principales objetivos de interés militar, alcanzados.
Durante los meses siguientes se continuaron los bombardeos sobre Japón, ampliando sus objetivos a ciudades civiles densamente pobladas, con el resultado de casi un millón de víctimas mortales.
Varias ciudades de supuesto valor estratégico fueron "reservadas" de estos bombardeos, dejándolas para el lanzamiento de las primeras bombas atómicas (Hiroshima, Nagasaki, Kokura y Niigata entre otras). Con el fin de poder evaluar fielmente el poder destructivos de las bombas atómicas.
El 9 de agosto de 1945, el bombardero B-29 estadounidense "Bockscar", despega con su carga atómica mortífera, cuando apenas había pasado tres días desde el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima, el gobierno japonés aun no había sido capaz de evaluar en profundidad el alcance de lo sucedido y los americanos lo sabían de ahí que en tan corto plazo se lanzara la segunda bomba, era cuestión de “acojonar” un país y de paso experimentar en vivo el poder mortífero de estos artilugios.
Durante los meses siguientes se continuaron los bombardeos sobre Japón, ampliando sus objetivos a ciudades civiles densamente pobladas, con el resultado de casi un millón de víctimas mortales.
Varias ciudades de supuesto valor estratégico fueron "reservadas" de estos bombardeos, dejándolas para el lanzamiento de las primeras bombas atómicas (Hiroshima, Nagasaki, Kokura y Niigata entre otras). Con el fin de poder evaluar fielmente el poder destructivos de las bombas atómicas.
El 9 de agosto de 1945, el bombardero B-29 estadounidense "Bockscar", despega con su carga atómica mortífera, cuando apenas había pasado tres días desde el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima, el gobierno japonés aun no había sido capaz de evaluar en profundidad el alcance de lo sucedido y los americanos lo sabían de ahí que en tan corto plazo se lanzara la segunda bomba, era cuestión de “acojonar” un país y de paso experimentar en vivo el poder mortífero de estos artilugios.
Inicialmente el blanco era Niigata, pero estaba lloviendo, con lo cual la muerte paso de largo, ellos tuvieron suerte
Se cambió a Kokura, pero había niebla espesa en la zona y no se pudo ubicar el objetivo, también se salvaron.
El combustible escaseaba, la misión estaba a punto de fracasar pero el piloto Sweeney se decidió finalmente por el último blanco alternativo, por Nagasaki, el “Great Artist”, otro B-29 que volaba de avanzadilla como avión meteorológico, informó que existía un claro visible entre las nubes, el “Bockscar” solo tenía combustible para una sola pasada.
Al llegar el avión encontró un cerrado techo de nubes, tenía que tomar una decisión o la arrojaba o volvía, se decidió el bombardeo por radar y lanzándose sobre Nagasaki la segunda bomba atómica.
A pesar de que la bomba falló por una distancia considerable, no perdonó y aun pudo arrasar casi la mitad de la ciudad al caer a un costado del valle de Urakami, donde se emplazaba la ciudad. 75.000 de los 240.000 habitantes de Nagasaki murieron instantáneamente, a los que se les fue sumando en las semanas posteriores, una cifra equivalente, debido a las enfermedades que desarrollaron y las heridas que padecían.
En Nagasaki se encontraba la fábrica de armas Mitsubishi y sobre este objetivo se intento dejar caer la bomba atómica de nombre clave “Fat Man” (Hombre gordo), la segunda bomba atómica en ser detonada sobre Japón y más poderosa que la de Hiroshima, casi el doble de potencia que la “Little Boy” (Niño pequeño) lanzada en Hiroshima tres días antes, aunque la extensión del daño fue menor debido a la topografía montañosa de Nagasaki, esto delimitó los efectos de las ondas expansivas de la explosión inicial. De todos modos la destrucción, el caos y el horror fue similar al de Hiroshima. Fue tal la estupefacción de los cuarteles militares y el grado de shock, tanto de civiles, como militares, que Nagasaki no se inspeccionó hasta pasada una semana de la explosión, cuando la ciudad era ya un osario silencioso. Los que lograron sobrevivir más allá del radio de acción de la bomba tuvieron que ayudar a las oleadas de heridos en su mayoría graves.
Japón se rindió 5 días después de esta segunda destrucción, os podéis figurar que el pánico había hecho mella en los gobernantes de Japón que debían pensar que solo les quedaba la opción de rendirse o serian masacrados ancianos, niños y mujeres, ciudad tras ciudad.
En el 2004 moría de viejo, el mayor Sweeney, piloto al mando del avión que dejo caer la bomba atómica sobre Nagasaki y que al parece supo vivir con esa acción toda su vida, ya que no dio nunca muestras de remordimiento, todo lo contrario de su copiloto Paul Bregman que se ahorco en 1985, debido a la depresión que sufrió por su participación en la masacre. Lo que si esta claro, es que si el mayor Sweeney creía en la vida en el mas allá, menudo recibimiento le debieron dar los fallecidos por su cabezonería en cumplir ordenes cruentas… que no le pase nada.
Se cambió a Kokura, pero había niebla espesa en la zona y no se pudo ubicar el objetivo, también se salvaron.
El combustible escaseaba, la misión estaba a punto de fracasar pero el piloto Sweeney se decidió finalmente por el último blanco alternativo, por Nagasaki, el “Great Artist”, otro B-29 que volaba de avanzadilla como avión meteorológico, informó que existía un claro visible entre las nubes, el “Bockscar” solo tenía combustible para una sola pasada.
Al llegar el avión encontró un cerrado techo de nubes, tenía que tomar una decisión o la arrojaba o volvía, se decidió el bombardeo por radar y lanzándose sobre Nagasaki la segunda bomba atómica.
A pesar de que la bomba falló por una distancia considerable, no perdonó y aun pudo arrasar casi la mitad de la ciudad al caer a un costado del valle de Urakami, donde se emplazaba la ciudad. 75.000 de los 240.000 habitantes de Nagasaki murieron instantáneamente, a los que se les fue sumando en las semanas posteriores, una cifra equivalente, debido a las enfermedades que desarrollaron y las heridas que padecían.
En Nagasaki se encontraba la fábrica de armas Mitsubishi y sobre este objetivo se intento dejar caer la bomba atómica de nombre clave “Fat Man” (Hombre gordo), la segunda bomba atómica en ser detonada sobre Japón y más poderosa que la de Hiroshima, casi el doble de potencia que la “Little Boy” (Niño pequeño) lanzada en Hiroshima tres días antes, aunque la extensión del daño fue menor debido a la topografía montañosa de Nagasaki, esto delimitó los efectos de las ondas expansivas de la explosión inicial. De todos modos la destrucción, el caos y el horror fue similar al de Hiroshima. Fue tal la estupefacción de los cuarteles militares y el grado de shock, tanto de civiles, como militares, que Nagasaki no se inspeccionó hasta pasada una semana de la explosión, cuando la ciudad era ya un osario silencioso. Los que lograron sobrevivir más allá del radio de acción de la bomba tuvieron que ayudar a las oleadas de heridos en su mayoría graves.
Japón se rindió 5 días después de esta segunda destrucción, os podéis figurar que el pánico había hecho mella en los gobernantes de Japón que debían pensar que solo les quedaba la opción de rendirse o serian masacrados ancianos, niños y mujeres, ciudad tras ciudad.
En el 2004 moría de viejo, el mayor Sweeney, piloto al mando del avión que dejo caer la bomba atómica sobre Nagasaki y que al parece supo vivir con esa acción toda su vida, ya que no dio nunca muestras de remordimiento, todo lo contrario de su copiloto Paul Bregman que se ahorco en 1985, debido a la depresión que sufrió por su participación en la masacre. Lo que si esta claro, es que si el mayor Sweeney creía en la vida en el mas allá, menudo recibimiento le debieron dar los fallecidos por su cabezonería en cumplir ordenes cruentas… que no le pase nada.
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