Joseph Roger O'Donnell estaba alistado con los marines cuando el 28 de agosto de 1945, su unidad se convirtió en una de las primeras en entrar en Japón.
Con 23 años se le encomendó documentar los efectos de los bombardeos, y pasó siete meses fotografiando la devastación de Japón. Su primer objetivo fue Nagasaki, gran parte de la cual había sido destruida por una bomba atómica el 9 de agosto de 1945, tres días después de que Hiroshima sufriera un ataque similar.
O'Donnell también se aventuró a ir a Hiroshima y a otras ciudades que habían sufrido bombardeos con armas convencionales.
El sargento O´Donnell llevaba dos cámaras consigo. Con una sacaba fotos para el Ejército; con la otra, las hacía para él.
En el momento que supo que debía volver a su país, decidió esconder los negativos dentro de las cajas de papel fotográfico, las cuales afortunadamente no fueron revisadas, dada la censura imperante.
“No sé que habría pasado si hubiesen revisado mis pertenencias y encontrado los negativos. Habrían confiscado las imágenes e incluso podrían haberme mandado a la cárcel. Ninguno, en nuestro lado, sabía como reaccionar frente a la bomba atómica: si ser explícitos y estar orgullosos de ello o mantenerlo en secreto y avergonzarse.”
Cuando regresó a casa tras la guerra, metió los negativos de sus fotos en un baúl y lo cerró con llave, porque se sentía emocionalmente incapaz de verlas.
Ya en Estados Unidos, a partir de 1949 se convirtió en el fotógrafo oficial de la Casa Blanca, bajo las presidencias de Harry Truman, John F. Kennedy y Lyndon B. Jonson. Compartiendo con los distintos presidentes, momentos de intimidad. En una entrevista en la National Public Radio hace 12 años, relató que se armó de valor para preguntarle a Truman, durante un paseo por una playa en 1950, si reflexionó lo suficiente antes de lanzar la bomba atómica sobre Japón: "Demonios, ¡sí!", - le respondió Truman - "Y he tenido muchas dudas después", - añadió. O'Donnell era demasiado tímido para pedir una aclaración. "No sé qué quiso decir", - comentó.
Pasado muchos años, cuando por fin se atrevió a revelar los negativos, casi medio siglo después, sintió tal repulsa, que se lanzó a protestar contra las armas nucleares.
Las fotos fueron y son impactantes, aun hoy en día.
Una de sus fotos más conmovedora y famosa, es la de un niño en Nagasaki, que con la mirada fija en el vacío, boca apretada y posición corporal rígida, transporta sobre su espalda el cadáver de su hermano pequeño al crematorio.
Se hace famoso en todo el mundo cuando publica el libro "Japan 1945", donde exhibe las fotografías captadas durante esos siete meses y relata su paso por el infierno.
Camino a Nagasaki Joe O’Donnell relata así algunos pasajes de su historia:
“Por el olor supe que estábamos cerca. Si alguna vez usted ha sentido el hedor de un perro muerto al costado del camino, tendrá una idea de cómo era el asunto. Había moscas y gusanos por todas partes. El olor comenzaba un par de millas antes de que pudiéramos ver algo.
Era difícil ver Nagasaki, porque estaba rodeada de una serie de colinas. Cuando nos acercamos no era el olor el que crecía todopoderoso, sino que el silencio. No había nada: ni pájaros, ni viento que soplara, nada que hiciese pensar que de verdad alguna vez se había levantado una ciudad en ese lugar.
Cuando llegué a la cima de la colina, vi una pequeña escuela hecha de bloques de cemento, gran parte de la cual todavía estaba en pie. Entré en una de las salas y ahí estaban: treinta o más niños en sus pupitres, sentados en silencio, reducidos a cenizas. (...) La ladera del cerro debió haber conducido la onda expansiva hacia arriba, salvando al edificio, pero incinerando a todos en su interior.”
O'Donnell, estaba casado con una fotógrafa japonesa, Kimiko Sakai y tuvo problemas de salud a lo largo de su vida, debido a la radiación recibida en las dos ciudades sobre las que cayeron las bombas atómicas norteamericanas, aun así, murió a los 85 años.
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