El trono de Jesús Resucitado espera la hora delante de la Concatedral, al amparo de su sombra.
El Sol majestuoso ya calienta las fachadas de las casas, cuando apenas faltan unos minutos para las once.
Ya han dado las once y su brazo en alto recibe los primeros rayos del astro rey.
La luz cubre su brazo.
Apenas han pasado unos minutos de la otra imagen y la luz acaricia suavemente el rostro serio.
Cuatro minutos después un chorro de luz intensa ilumina cara y pecho.
Nos retiramos con una imagen llena de luces y sombras, la misma pose, quieta e inmóvil, pero a la vez llena de matices distintos a cada momento, en cada lugar... la cual se convierte en un objeto vivo, cambiante y siempre atractivo para el fotógrafo.
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