De repente uno de los herederos de Tutankamon levanta una pancarta escrita con tinta de calamar, negra como las profundidades de las que provienen los allí presentes.
Grandes, medianos y pequeños se encuentran allí reunidos, de todos los sexos y de todos los aspectos, han acudido desde los rincones más oscuros de este planeta Tierra.
“Una niña bruja dice tener miedo de los ladridos de un diminuto perro, mientras permanece impasible al lado de monstruos, zombis y otras terroríficas criaturas.”
Mi sobrina bruja de cuatro años, por parte de mía tía la bruja Piruja, al avisarle que no cruce la carretera sin mirar, no sea que le pille un coche y pierda la cabeza como nuestro amigo de la foto, contesta con toda naturalidad:
- Tío, no ha perdido la cabeza, la tiene en la mano. – Y se queda tan pancha, mientras pone cara de lista.
- Tío, no ha perdido la cabeza, la tiene en la mano. – Y se queda tan pancha, mientras pone cara de lista.
De repente las hordas fantasmagóricas se mueven y caen sobre un supermercado sin previo aviso, el dependiente a falta de agua bendita, les lanza caramelos para distraerlos.
Góticas, viudas venidas de visita, vampiras y otras maléficas entidades femeninas rondan por el barrio en la noche de Halloween.
Al final los espíritus inquietos vuelven al lugar donde se materializaron, ahora una blanquecina mesa preside el racó de la Hoguera Dr. Bergez – Carolinas para pronto alimentar a los hambrientos entes.
Sin embargo siempre hay alguno que no pueden esperar a que sirvan la comida y empieza antes.
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