Este año tuve que hacer un esfuerzo mental para obligarme ir
a fotografiar el “Entierro de la Sardina” y captar tanto la esencia como los
distintos individuos que acompañan este acto carnavalero, que con su simple
presencia o con sus atuendos aportan ese tono informal y jocoso, tanto al
velatorio como al entierro en general y que poco a poco atrae algo más de
gente, aunque sigue siendo el patito feo de las fiestas alicantinas, lo cual
tiene también su lado bueno, al ser en esencia un acto muy espontaneo y nada rígido,
al tener un mayor margen de libertad, lo cual es algo inherente al carnaval
alicantino y que le ha provocado roces y chispas con estamentos oficiales que
no suelen aceptar su desparpajo y desvergüenza sana, ya que no están acostumbrados
a oír ciertas cosas.
Todo comienza en el parque del Panteón de Quijano, sito al
lado de la Plaza de Toros, donde es llevada la escuálida sardina para que la
velen en sus ultimas horas en este mundo, entre música, mistela, rosquillas y
letanias que sirven para calentar en el ambiente.
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