Uno siempre ha oído historias de miedo del Preventorio o Balneario de Aigües de Busot, que lleva ya más de 50 años abandonado y deteriorándose, lo cual le ha dado fama de casa encantada entre los amantes del misterio y la parasicología, así como de otros que sin creer en estos cuentos, han oído historias del Preventorio, sobre psicofonias (grabaciones que se hacen en cualquier sitio y en las que posteriormente aparecen voces y ruidos que durante la grabación nadie oyó) y otras cosas.
Sin duda hay que reconocer que las casas vacías impresionan y cuando más grandes mejor y esta lo es, si a eso le unes que se encuentra en medio del monte la sensación de soledad y aislamiento que la rodea se multiplica.
Tampoco podemos olvidar la sensación de “intrusos”, que tenemos al adentrarnos en sus entrañas pues sin duda allanamos una propiedad a la que no hemos sido invitados y que tiene un dueño terrenal y algunos otros que no son de este mundo, dirán los más siniestros, para añadir en voz baja, que en este lugar se han realizado ritos satánicos, mientras ponen cara de decir la verdad más absoluta y seguramente nunca han pisado sus entrañas.
Sin duda hay que reconocer que las casas vacías impresionan y cuando más grandes mejor y esta lo es, si a eso le unes que se encuentra en medio del monte la sensación de soledad y aislamiento que la rodea se multiplica.
A este entorno solo tenemos que añadirle el estado decrepito en que se encuentra, con sus ventanales rotos golpeteando, los crujidos que se magnifican entre sus solitarias paredes y esos gemidos infrahumanos que bajan y sube de tono según la fuerza con que el aire atraviesa las rendijas del caserón.
Tampoco podemos olvidar la sensación de “intrusos”, que tenemos al adentrarnos en sus entrañas pues sin duda allanamos una propiedad a la que no hemos sido invitados y que tiene un dueño terrenal y algunos otros que no son de este mundo, dirán los más siniestros, para añadir en voz baja, que en este lugar se han realizado ritos satánicos, mientras ponen cara de decir la verdad más absoluta y seguramente nunca han pisado sus entrañas.
Es curioso que el primer hueco por donde entras al Preventorio da a una habitación sin ventanas, oscuro, parecido a la boca del lobo desde fuera, uno se arma de valor, pues va solo y da un único paso a su interior, hasta que los ojos se acostumbran a la oscuridad, sin dejar de pensar que existe la posibilidad de llevarnos un susto si nos tropezamos con otros visitantes en su interior, los cuales seguramente no serán animales, si no de carne y hueso como nosotros, si tenemos suerte tal vez sea gente medio normal, la gente corriente no entraría allí, que se haya colado en sus entrañas llevados por la curiosidad, también cabe la posibilidad de toparte con algún vagabundo o trotamundo que han buscado un sitio para resguardarse y como no, la peor de todas las situaciones seria encontrarnos en su interior con algún o algunos drogadictos consumiendo sustancias psicotrópicas fuera de la vista de todo el mundo.
Los arriba mencionados son los peores habitantes del Preventorio si los hay, aparte de la nada desdeñable posibilidad de matarte si das un paso en falso en su interior con suelos agujereados y techos a medio caer, por eso a las seis de la tarde, busque la salida tras más de veinte minutos en su interior que se me antojaron una hora, debido a la tensión en que estuve, no tenia ni una linterna y dentro ya casi no se apreciaba los agujeros en el suelo.
Os habréis dado cuenta de que no he mencionado nada sobre los múltiples espíritus y fantasmas que rondan por las paredes del Preventorio, tal vez sea porque no vi a ninguno, ni oí nada que fuera de otro mundo y aunque me gusta las historias de miedo, soy de los que dicen:
“No hay que temer a los muerto, sino a los vivos.” O si lo preferís “Hay que temer a los vivos y no a los muertos.”
Los arriba mencionados son los peores habitantes del Preventorio si los hay, aparte de la nada desdeñable posibilidad de matarte si das un paso en falso en su interior con suelos agujereados y techos a medio caer, por eso a las seis de la tarde, busque la salida tras más de veinte minutos en su interior que se me antojaron una hora, debido a la tensión en que estuve, no tenia ni una linterna y dentro ya casi no se apreciaba los agujeros en el suelo.
Os habréis dado cuenta de que no he mencionado nada sobre los múltiples espíritus y fantasmas que rondan por las paredes del Preventorio, tal vez sea porque no vi a ninguno, ni oí nada que fuera de otro mundo y aunque me gusta las historias de miedo, soy de los que dicen:
“No hay que temer a los muerto, sino a los vivos.” O si lo preferís “Hay que temer a los vivos y no a los muertos.”
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