Cada vez es más habitual ver las persianas de los comercios alicantinos, cuando están cerrados, con un graffiti alusivo al tipo de tienda que es.
Lo cual, en un primer momento, parece una solución publicitaria y visualmente muy buena ya que llama bastante la atención de ese negocio cuando esta cerrado y genera comentarios.
Lo cual, en un primer momento, parece una solución publicitaria y visualmente muy buena ya que llama bastante la atención de ese negocio cuando esta cerrado y genera comentarios.
Sin embargo, en un segundo momento, la sombra de la duda cubre mis buenos pensamientos cuando veo persianas de otros locales llena de firmas graffiteras y garabatos de matacaga, por el simple hecho de que sus persianas no poseen un dibujo de un graffitero.
Si yo fuera dueño de uno de estos comercios, seguro que terminaría cansado de repintar una y otra vez la fachada de mi negocio y terminaría por aliarme con el enemigo, ya que es mejor pagar una pintada pactada con uno de ellos, pues así sabes que como entre ellos se respetan ¿?, tu negocio estará libre de garabatos.
La incógnita es saber, como es que no se pisan sus obras, unos a otros y mas, cuando existe un abismo entre el que hace un mamarracho de firma y el que sabe plasmar un dibujo artístico. ¿Están conchabados, unos y otros? O todo es fruto de un código ético absurdo como en principio opino, mientras que no se demuestre lo contrario.
Por cierto a estos que pintan, algunos les llaman “escritores”, ¿Del Quijote no creo...?
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